martes, 17 de agosto de 2010

¿Como Construian las piramides en el Antiguo Egipto?

Los constructores de las pirámides egipcias no contaron con muchos recursos tecnológicos, pero sí con una gran reserva de mano de obra. Ya el historiador griego Herodoto nos dice que se utilizaron alrededor de cien mil hombres en la construcción de una pirámide, aunque este dato se considera poco creíble. Hoy se calculan entre 20.000 y 40.000 trabajadores.

Los trabajos en las pirámides podían hacerse durante los tres meses estivales en los que la inundación del Nilo impedía las tareas agrícolas, por lo tanto, los trabajadores se dedicaban a otra ocupación que les garantizaba un salario. Además, las inundaciones permitían el transporte de las enormes piedras necesarias para la construcción.

Tendemos a imaginar un Egipto repleto de esclavos jalando sogas para transportar enormes bloques de piedra bajo el impiadoso sol africano, y para modificar un poco esta explotadora visión del Antiguo Egipto, resulta curioso saber que entre ellos existieron las organizaciones laborales que ayudaron a los trabajadores de las pirámides.

En el Congreso Internacional de Egiptología realizado en Turín en 1991 nos brindó una nueva visión, contraria al pensamiento tradicional de explotación de los pobres trabajadores torturados. Los egiptólogos han demostrado que estos tenían corporaciones similares a nuestros modernos sindicatos. Además, no se trataba de esclavitud (explícitamente), sino que contaban con un salario que consistía en raciones de trigo, cerveza, legumbres, pescado y un ungüento bronceador ya que tenían que trabajar muchas horas al sol.

Entre los motivos de ausencia justificada estaban las enfermedades, la mordedura de escorpión, la construcción de su propia casa, la celebración del culto funerario de su padre, los cumpleaños, las peleas con la mujer. Las ausencias injustificadas sí eran castigadas a bastonazos.

Las organizaciones laborales llegaron incluso a organizar huelgas motivadas, por ejemplo, por insuficiencias en los lugares de alojamiento, retraso en el pago y falta de ungüentos. Cuando los obreros se enojaban, no era fácil hacerlos volver al trabajo. Al parecer, más de una vez el propio farahón tuvo que hacerse cargo de hablar con los huelguistas para resolver la situación.


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